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DAVID RUSSEL
Premio Grammy & Handicap 9
Texto: Carla de la Serna Fotos y vídeo: Nuria Ayarra
Con notas de guitarra española de fondo, este escocés asentado en Galicia y viajero incansable nos abre las puertas de su casa para llevarnos de gira por algunos rincones de su vida. También nos habla de golf, un deporte que le fascina.
"Si quieres dominar el golf, la guitarra o cualquier cosa en la vida, la clave es perseverar y esforzarse mucho"
Le estamos esperando en el Aeroclub de Vigo. Luce un sol espléndido de septiembre en las Rias Baixas. David Russell (Glasgow,1954) llega puntual, sonriente y con sus palos de golf a cuestas. En un perfectísimo español nos dice que aquí se pasa horas practicando “Siempre que tengo un rato libre me acerco a dar unas bolas. Con el golf me libero y me entretengo”. En este club de 18 hoyos se siente como en casa, al igual que en Galicia, su hogar desde hace veinticinco años. Toca la guitarra clásica como los ángeles, y en la vitrina de su salón reluce un Grammy.
Golf, Galicia y guitarra. Tres Ges que lleva tatuadas bajo su piel de escocés. Viaja constantemente, siempre acompañado de su mujer: giras, conciertos, Japón, Estados Unidos, aplausos, Europa, reconocimientos, España… La India, donde colabora en un proyecto solidario. David Russell no para.
¿Cómo llegaste a España? ¿Por qué la guitarra clásica? “Corría el año 1959. Mis padres, escoceses de pura cepa, eran pintores y querían establecerse en una isla que derrochara la luz del Mediterráneo. Como buena familia bohemia, compramos una furgoneta al llegar a Barcelona. La idea inicial era establecernos en Ibiza, pero por casualidades de la vida desembarcamos en Menorca. Yo entonces tenía cinco años. Aquél fue mi primer contacto con este país”. Su padre, además de pintor, era amateur de la guitarra clásica. Tocaba jazz y flamenco por las noches. David le escuchaba absorto. Le gustaban aquellas melodías y como cualquier niño, quería imitar a su progenitor. Así que decidió ponerse a practicar. Se le daba especialmente bien. “Él me trasmitió todos sus conocimientos, disfrutaba tanto escuchándole… Le admiraba. Comencé a tomármelo en serio y un buen día decidí que tocar la guitarra clásica sería mi profesión”.
Le hubiera encantado escuchar en directo a Bach, “¿cómo no, si era el genio de todos los genios? Un héroe y un gran improvisador. En guitarra tocamos muchísimo de Bach”. Tampoco me hubiera importado sentir a Mozart en directo, o al mismo Chopin” (sonríe). Además de la guitarra clásica le gusta escuchar música folclórica, no tanto el rock, aunque sí en fiestas. Durante sus giras por el mundo disfruta con todos los públicos, pero confiesa que el estadounidense es el más espontáneo y agradecido. Sus aplausos se le cuelan en la piel.

En el año 2004 llegó el Grammy por su disco Aire latino. “Me hizo mucha ilusión, pero mi vida no cambió demasiado desde entonces, sí la de mis promotores, porque se les abrieron muchas puertas. Aparte de eso, queda muy bonito en la vitrina del salón (ríe). No obstante, si quieres ser reconocido, si quieres dominar la guitarra, el golf o cualquier cosa en la vida, la clave es perseverar y esforzarse mucho”.
Nos invita a conocer su casa, muy cerca del Aeroclub. En la pared del salón cuelgan varias guitarras clásicas. El Grammy y otros galardones están expuestos en una vitrina acristalada. Enseguida saca su guitarra maestra del estuche, salimos al jardín con vistas a la ría de Vigo, un paisaje puramente gallego que le recuerda al escocés, y se pone a deleitarnos con uno de sus temas más exitosos. La verdad es que suena de maravilla. Y así nos vamos despidiendo. Con anécdotas sobre la gastronomía gallega, la Ruta dos faros, el albariño… Sus acciones solidarias en la India y Camboya, donde dio un concierto benéfico para los refugiados tras la guerra de Vietnam.
Nos hubiéramos quedado el día entero con él. Escuchar a David Russell hablando y tocando es un auténtico placer.
“Mi padre me trasmitió todos sus conocimientos, disfrutaba tanto escuchándole… Le admiraba. Comencé a tomármelo en serio y un buen día decidí que tocar la guitarra clásica sería mi profesión”.
Aprendí a jugar al golf en el Aeroclub de Vigo. Me enganché hace treinta años gracias a mi cuñado, que es un forofo. Lo que mejor se me da es el golpe largo mediano, hasta el hierro 7. Pateo muy bien, así que si tengo un mal día, en el green resuelvo la partida. Conozco casi todos los campos de Galicia y habitualmente juego en el Aeroclub de Vigo, en Meis y en Mondariz. Me encantaría conocer Saint Andrews, ¿a quién no? Me impresionaron especialmente los campos de golf de Hawai, son una maravilla. Una buena jornada de golf me deja contento durante todo el día. Un buen concierto me alegra la semana entera. Me hizo mucho ilusión ganar uno de los torneos de Estrella Galicia. El premio era cerveza gratis durante un año… ¡Es el mejor trofeo que te pueden dar!