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GOLPE DE SALIDA

Swing is music

✒︎ por MISS HOGAN. Foto: Roland Machenaud

Mustafá me salvó el día de golf. Aunque lo cierto es que el golf lo lleva uno dentro, sea bueno o regular, y al final solo tú mismo puedes salvarte. Pero a veces entran en juego angelitos de la guarda, duendes entrañables que repente de dan un tip, te estimulan con un ánimo o te sugieren un truco y zas, ese empujoncito hace que des un buen golpe y que te vengas arriba. Algo así me pasó con este caddie en el Royal Dar Es Salam, en Rabat.

  Mustafá es marroquí y lleva toda una vida siendo caddie para amateurs. En Marruecos todavía existe esta figura tan valiosa y tradicional, que en España por ejemplo casi casi ha pasado a mejor vida. En un campo desconocido el caddie te asiste en la aventura. Obviamente se conocen el recorrido al dedillo, y tienen un estilo golfístico bonito, un movimiento natural y cadencioso. En Marruecos cobran poco dinero salvo que el turista jugador sea generoso, que es lo esperado. Y en algunos casos, familias enteras viven de los ingresos de estos caddies.

 Y entonces ese día apareció el duende entrañable. Empecé mal y estaba nerviosa porque había otros periodistas jugando conmigo. Hay veces que con mucha gente prefiero salir sola, dar mis golpes, hacer mis fotos ¿miedo escénico? Pero me quedé con el grupo. Mustafa me iba corrigiendo la postura con paciencia: This good, this not good, me recordaba cuando el palo no estaba bien colocado en la subida. Entonces, en el tercer hoyo, la bola empezó a volar alto y lejos. Relájate, imagina solos tú y yo. No más jugadores. Mira mira, me decía mientras se balanceaba con mi hierro 8: Swing is music, y su cuerpo se movía con una cadencia asombrosa y natural. Tú dejarte llevar. Tú danzar en la hierba. Swing is music, me repetía. Y así los 18 hoyos. Y la bola venga a volar alto. Los periodistas no daban crédito. Yo tampoco.

  Al terminar, fuimos a conocer en buggie el recorrido rojo del Royal Dar Es Salam, solo para verlo. Y de repente, en medio de un hoyo con la hierba impoluta y los árboles en flor, se aparecieron unas columnas romanas. Me pareció una estampa preciosa y original. Y con el swing is music dentro, con esa vocecilla del duende marroquí, cogí un palo de la bolsa y comencé a balancearme sobre una antigüedad con las columnas detrás. Me vine otra vez arriba.

  Cuando llegué a Madrid salí a jugar a los tres días. Los primeros golpes regular, pero al rato volví a adueñarme de la cancioncilla. Swing is music… Y todo fue más fluido.

  Gracias Mustafa, porque aquél fue un punto de inflexión en mi golf, un pequeño y sencillo giro de guión que a mí me ayudó mucho. Aunque luego hay que seguir solo. Porque el golf lo lleva uno dentro, y sólo tú puedes salvarte.

Fotografías de Khalid Echahba